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Partos contados en primera persona.

En los meses de embarazo conocimos a todo el equipo de Gestar: Nuestra obstétra, Cristina, Ruly, la partera, y a Hugo el neonatólogo que nos acompañarían. Además de una charla en el grupo, tuvimos con el neonatólogo una primer consulta particular. Hay muchos detalles en el trato del bebé recién nacido que pueden ser de un modo o de otro y hay diferencias abismales en lo que elegís.
Fuimos viendo muchos videos de partos con relatos de los protagonistas, compartiendo el proceso con parejas que estaban igual que nosotros, repitiendo preguntas, volviendo a escuchar respuestas y acompañando nacimientos a través de los meses que pasaron, algo muy amoroso, emocionante y contenedor. Cuando un bebé nacía yo me iba convenciendo del proceso, de que al fin los bebés ¡nacen! y están ahí y están sanos y los papás están felices y que todo va sucediendo naturalmente.
Aprendimos todos los detalles de un parto y el modo en que nuestra obstetra y su equipo los asistían. Fuimos entendiendo su método que es de mínima intervención, acompañando el proceso como un proceso fisiológico y sin pensar de entrada que el bebé fuera a tener muchísimos problemas. Para mi es importante saber fehacientemente como se desempeña el obstetra, cuales son sus métodos.
El parto natural y respetado tiene muchísimas ventajas emocionales y físicas para el bebé, la mamá y el papá.
El parto es un proceso en el cual la mamá, el bebé y el papá tienen todos los recursos si los conocen para que se produzca naturalmente sin que otras personas intervengan con muchísimo protagonismo.
¡El cuerpo de la mamá y del bebé están tan perfectamente preparados para que el nacimiento! ¡hay una serie muy larga de detalles que se encadenan muy magistralmente, es tan increíble y maravilloso! Las intervenciones médicas, al lado de este fenómeno para mi a veces ¡son tan brutales!
Yo, al finalizar los 7 meses de embarazo, por pedido de Cristina, dejé de trabajar. Me quedé haciendo un montón de cosas pero sin depender de nadie, sin que nadie dependa de mí indispensablemente, sin obligaciones con fechas de entregas y sin responsabilidades serias.
En general, esos últimos meses tenía contracciones regularmente pero siempre esporádicas y sin dolor. Una vez, como al mes 7 un día de cansancio y nervios las contracciones se fueron haciendo cada vez más continuas, llegué a tener contracciones cada 5 minutos, la llamé a Cristina, que me dijo que me acueste ya y que Ruly me iría a ver; era muy importante parar esas contracciones porque es muy importante que el bebé esté en la panza todo el tiempo de gestación; Ruly vino a casa y se quedó con nosotros hasta la 1 de la mañana haciéndome masajes relajantes, cuando se fue las contracciones se espaciaban por 45 minutos, después me dormí y me normalicé completamente.
En una consulta especial hicimos con Cristina una dramatización del parto, estuvo emocionante y útil. Nos conectamos mucho con el parto que estaba por venir y vimos reacciones que nosotros tendríamos; yo por ejemplo me olvidaba mucho del bebé y es muy importante que la mamá se acuerde del bebé para que siga adelante a pesar del dolor, en el parto Cristina y Enrique sabían que me tenían que hacer acordar ¡del bebé!.


El 10 de agosto del 2006, que fue el día del parto, apenas 3 días antes de la fecha que teníamos, a la mañana Enrique se fue a trabajar y yo me fui a cambiar un camisón, a lo de la dentista a dejarle unos papeles y a pagar unas cuentas. Volví a casa como a las 12 hs. y comencé a tener contracciones con dolor parecido al menstrual, cada 5 minutos, llamé por teléfono a Ruly y me pidió que me meta en la bañadera con agua tibia, que me relaje ahí y que la llame en unas 2 horas, cuando la volví a llamar y le conté como estaba me dijo me iría a ver a las 6 de la tarde a casa y me pidió que le diga a Enrique que estuviera allí a esta hora también. Estuve en la bañadera todo este tiempo, cuando llegaron los dos Ruly me revisó y pensó que el parto se desencadenaría así que la llamó a Cristina para que esté en casa a las 7. Enrique terminó de preparar la valija que llevaríamos a la clínica, tuvo que sacar un montón de cosas que yo había puesto de más, Ruly le fue indicando, habían por ejemplo ¡como 20 trajecitos para el bebé!! Nosotros no sabíamos si era nena o nene pero los dos creíamos que era nena. Llegó Cristina, me revisó, me pidió que comenzara a ponerme en cuclillas en las contracciones y estuvimos en casa hasta las 8 que llegué como a 7 cms. de dilatación. Cristina dejó que avanzara hasta ahí porque cuando las mujeres llegamos a las clínicas casi siempre nos asustamos y paramos la dilatación, incluso a veces vamos para atrás y con la dilatación más avanzada es más difícil ir para atrás. Yo fui en cuclillas en el asiento trasero del auto, justo atrás de Enrique; el dice que puso el espejito retrovisor para verme porque estaba en un estado de transe muy emocionante. En el auto Cristina me pidió que piense en mi dios, en mis seres queridos o en los que quiera que me acompañen en este momento, yo traje / llamé a muchos de mis familiares cercanos que ya han muerto: a mi papá, a mis abuelas, a mis abuelos, a mis bisabuelos, a mi tía abuela y a algunos otros.
Estuvimos en la sala de preparto desde las 9 hasta las 10 de la noche. Llegó Hugo, nos pusimos los trajes/pijamas esterilizados. La sala de preparto del Mitre es como una habitación común y silvestre. Yo me quedé sentadita en un banquito petisito de Cristina que llevamos especialmente para esto, cuando tenía la contracción salía del banquito y me ponía en cuclillas, después descansaba en el banquito; las dos posiciones eran casi en la misma altura; en frente mío estaba Enrique sentado en una silla, yo me acostaba con mi cabeza y mis brazos sobre él cuando descansaba. En este momento ya me dolía mucho, mucho, mucho, ¡quería que alguien hiciera eso por mí!; me preguntaba mucho cuánto más me dolería porque ya no podía más, me daba miedo cuanto más podría ser, le preguntaba a Cristina, ella me decía que muy poco más pero yo no le creía; ella dice que cuando la mamá dice que ya no aguanta más ya está muy cerca de llegar a los 10 cms. de dilatación, que es lo máximo y que es cuando el bebé comienza a bajar. Me quedé estancada del miedo por un rato, no avanzaba; Cristina me hablaba, Ruly me hablaba, nos dejaron solos con Enri y seguía igual; después entró Hugo, el neonatólogo, el me habló, me parece que por alguna razón lo relacioné con mi papá y ahí confié y me solté; dice Enri que se notó clarísimo la decisión de “bueno, vamos”, en 5 minutos llegué a 10 de dilatación y el bebé comenzó a bajar, entonces me llevaron a la sala de partos en silla de ruedas. Entramos a las 22:05. Estaba todo en penumbras, me senté en el banquito especial que teníamos para este momento, Enrique se sentó en su lugar, atrás mío y me abrazó, miraba todo desde mi hombro, este banquito también es petizo y yo quedaba cerca del piso que estaba cubierto con sábanas blancas esterilizadas; Cristina se puso de rodillas delante mío; la única luz que había nos iluminaba a nosotros 3. Alrededor estaban Ruly, Hugo y 2 enfermeras del sanatorio, las otras 3 que estaban también destinadas a nuestro parto por un pedido de Cristina se quedaron afuera, en el pasillo, viendo todo el parto por las ventanas redondas de las puertas. La camilla obstétrica y todos los aparatos que se usan habitualmente quedaron atrás nuestros, a oscuras. Cristina me pidió el espejito que me había pedido que traiga, yo le dije que no lo había traído, entonces le pidió a Hugo que busque uno en su cartera; cuando Hugo revisó la cartera le dijo que era imposible que el lo encuentre porque había muchas cosas, así que Cristina se fue a buscar el espejito para mostrarme la cabecita del bebé, para que me alegre; me la mostró y al verla aplastada me asusté y desesperada le pregunté al neonatólogo si el bebé estaba bien, que ¿que le pasaba!!?? no estaba recordando que los huesos de las cabecitas de los bebés se superponen para nacer, cuestión que todos me dijeron que estaba todo bien, ¡que siga, que siga! Enrique me abrazaba siempre y seguí y lloré como si fuera una nena por lo que me dolía e Irene fue saliendo despacito, despacito, hasta ¡que salío toda! y ahí Cristina que sólo la sostuvo dijo ¡es una nena! Enrique lloraba y lloraba; Cristina me la dió para que la tenga en mi pecho, estaba toda patinosísima de la grasa que tienen los bebés para deslizarse al nacer; yo no entendía nada. Nos preguntaron como se llamaba, Enrique me preguntó al oído si le poníamos Irene o Ramona y yo le dije que Irene, así que dijimos que se llamaba Irene; Hugo la revisó en mi pecho y me la dejaron un ratito. Había nacido a las 22:24. Luego Hugo y Enrique se la llevaron un poco, yo me quedé en la sala de partos descansando. El parto fue sin anestesia, sin desgarro y sin episiotomía.
En la habitación Hugo me pidió que ponga a Irenita en mi teta y apenas comenzó a explicarme como hacer porque en cuanto me la puse agarró el pezón y comenzó a succionar. Nuestro equipo médico estuvo con nosotros un rato más; luego nos quedamos solos, inmensamente conmovidos y felices.
Al rato Enri se fue a buscar unos sándwiches porque yo tenía mucha hambre. Comimos.
Yo estuve despierta casi toda la noche, con Irene en brazos, mirándola, mirándola, mirándola. Enrique se desmayó de sueño.
Yo, al día siguiente quería tener otro parto ¡para volver a hacerlo!


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