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Bienvenida Julia!

Su madre Lucía nos cuenta su nacimiento y como transitaron el embarazo con Gestar.

Gestando (y pariendo) a Julia

Tuve el embarazo que me tocó, lo acepté y me entregué a él gracias a Gestar. Alejandro, mi compañero, el amor de mi vida y el papá de Julia, transitó desde fines de 2010 una quimioterapia por un linfoma. El tratamiento lo dejaba en cama, nauseoso, debilitado y dolorido cada quince días. Aunque desde lo emocional su esfuerzo de acompañarme era monumental a veces la necesidad de conectarse con su propio cuerpo era más fuerte. Por eso digo que fue un embarazo especial, al que me tuve que adaptar, ajustar expectativas, negociar tiempos y energía. Un embarazo del que aprendí muchas cosas. Como enfocarme en el amor, el optimismo y la vida, frente al miedo y la enfermedad. Haber tenido el apoyo de Cristina, Miriam y Betina, junto con la fuerza interna de Julia (cuánta energía femenina!), fue fundamental para que el tránsito desde la angustia hacia la aceptación, la entrega y el disfrute fuera posible.

Cristina insistió mucho en cada consulta para que me conectara con Julia, le hablara, me centrara en ese pequeño mundo que era mi pancita con mi bebé. Miriam me mostraba mi propia fuerza y me ayudaba a tener confianza en mi y en mi familia que crecía día a día (“ustedes son muy fuertes” decía y dijo hasta el último minuto del parto), y me ayudó a seguir creyendo en todo el esfuerzo que estábamos haciendo. Y con Betina encontramos las palabras justas para darle ese lugar a Julia y el permiso de que naciera cuando ella quisiera (y no siguiendo el timing de la quimio). En fin, todo un equipo al rescate de un embarazo especial.

Y el parto… el parto fue otro gran encuentro con la fuerza femenina y este magnífico equipo. Además fue el momento en que Alejandro, ya sin su quimio a cuestas, pudo tener el protagonismo que tanto veníamos conversando y trabajando los lunes en Gestar. La llegada de Julia se empezó a desencadenar el sábado por la noche cuando perdí el tapón mucoso y empecé con pérdidas de líquido. Entonces super-sentí que el cuerpo estaba empezando su metamorfosis final, abriéndose el canal hacia mi bebé. El lunes por la tarde empezaron las contracciones con dolor, esas que venía esperando hacia tantas semanas! Llegaron suaves las primeras, pero rítmicas. Fuimos a Gestar, cómo perdernos la despedida del grupo!! En cuanto Cris me tactó algo se activó en mi cuerpo. Las contacciones que eran suaves empezaron a aumentar en intensidad, quizás no tanto en dolor sino en presencia: mi cabeza, mi sensibilidad y mi atención se reconcentró hacia mi cuerpo uterino. Tuvimos una hermosa despedida del grupo, un abrazo grupal que imitaba mi utero activo, apretando fuerte, con amor y expectativa. Llegué a casa y me di un baño de inmersión largo, el que me aflojó y ayudó a terminar de romper la bolsa. Esto desencadenó las contracciones más fuertes y mi cuerpo se hizo presente como nunca antes. Mi percepción ya no pudo escapar al ritmo y la intensidad de las contracciones. A cada pico de intensidad yo pensaba “ya pasa, ya pasa, ya pasa, y viene Julia”. Hasta que el dolor fue demasiado y después de hablar por teléfono con Cris y Miri decidimos ir a la clínica. Yo solo quería encontrarme con las chicas y dejarme en sus brazos. Llegué al Anchorena con ocho de dilatación. Eran las cuatro de la madrugada y la presencia de Cris y Miri fue un bálsamo para mi ansiedad y dolor: ahí estaban mis cuidadoras, a quienes podía entregarles mi dolor para que me ayudaran a transitarlo. Cris me sostenía por detrás, me aseguraba que todo iba perfectamente, se ocupaba de que las cosas ocurrieran; Miriam me hablaba bien cerca, me miraba a los ojos, me perdía en ella. Ale, tranquilo, resolutivo, enérgico, hacía y deshacía todo lo necesario para que las tres (las cuatro!) fluyéramos. En el quirófano, (debido a que estaban ocupadas las salas preparto) acondicionado con una luz débil y música clásica, pedí (a los gritos, confieso…) peridural, aunque sea un poquitito, algo analgésico. Sentía que quería disfrutar, además de transitar, la experiencia completa. Y llegó el momento de los pujos. Me concentré en mi cuerpo como una realidad material flexible, como un fuelle alimentado con la fuerza de mi respiración y la energía de mi bebé. Inspiré, bajé el diafragma y las costillas para empujar desde adentro, me quedé sin aire y volví a inspirar. Ale me mostraba todo lo que iba sucediendo con un espejito de mano, lo que me ayudó a entender la mecánica del pujo y a confiar en mi poder y en mi cuerpo elástico. Con un último, intenso y decidido pujo la cabeza de Julia con su pelito hermoso coronó completa, más aire y terminó asomando su carita, más fuerza y el resto de su cuerpo se desbordó. Así nació mi hija nació frente a los ojos y la sonrisa alegre y divertida de su padre, el abrazo de Cris y la contención de Miriam y Mario. Inmediatamente después llegó a mi pecho, donde tomó teta con la misma voracidad que hoy todavía tiene.

Gracias Gestar, tuve el mejor embarazo y parto que pude haber tenido. Llegué a Gestar porque no quería ciertas intervenciones médicas. Llegué por el “no” y con el tiempo descubrí que la opción que me ofrecían era mucho más. Era un “si” a toda una experiencia de acompañamiento, contención, encuentro con los otros y con uno mismo que va a quedarme para siempre en lo más sensible de mi.

Las quiero!

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Algunos gestarcitos que nos acompañaron!
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